miércoles, 23 de diciembre de 2009

TERRORISMO INTERNACIONAL Y CAMBIO DE RÉGIMEN: NICARAGUA

La agresión contra Nicaragua fue una de las mayores prioridades de la guerra contra el terror librada desde el momento en que la administración Reagan se hizo con el poder en 1981 y que se centró básicamente en el "terrorismo" patrocinado por el Estado" Por su proximidad, Nicaragua representaba un agente desacostumbradamente peligroso de dicha plaga: "un cáncer, aquí mismo, en nuestro propio continente", declaró al Congreso el secretario de Estado George Shultz, renovando abiertamente los objetivos apuntados por Hitler en Mein Kampf.

Nicaragua estaba armada por la Unión Soviética, que había implantado allí "un santuario privilegiado para terroristas y subversivos a dos días de distancia en coche de Harligen, Tejas", advirtió el presidente: "una daga apuntando al corazón de Tejar", por parafrasear a un ilustre predecesor. Esta segunda Cuba se convertiría en "una plataforma de lanzamiento de la revolución en todas partes, ante todo en Latinoamérica", y luego ¿quién sabe donde? "Los comunistas nicaragüenses han amenazado con llevar su revolución hasta el mismo Estados Unidos" y pronto podemos acabar viendo "bases militares soviéticas a nuestras puertas", un "desastre estratégico". [...]

Reagan declaró la emergencia nacional porque "las medidas y acciones del gobierno de Nicaragua constituyen una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos". [...] Particularmente amenazadora resultaba la "revolución sin fronteras" nicaragüense, un argumento que regularmente solía esgrimirse aunque se hubiera revelado un fraude de inmediato. La fuente era un discurso del líder sandinista Tomás Borge en el que explicaba que Nicaragua esperaba lograr su desarrollo y aportar un modelo para otros, que tendrían que seguir su propia senda. La diplomacia reaganiana tradujo el discurso como un plan de conquista mundial que los medios de comunicación divulgaron fielmente. [...]

Con esa vocación, el secretario de Estado Shultz advirtió que "el terrorismo es una guerra contra los ciudadanos de a pie". Mientras hablaba, aviones de Estados Unidos estaban bombardeando Libia y matando a decenas de ciudadanos de a pie. El bombardeo fue el primer ataque terrorista de la historia programado para la hora de máxima audiencia televisiva, exactamente en el comento en que las grandes cadenas abrían sus noticiarios de la noche, hazaña no desdeñable habida cuenta de las dificultades logísticas. Shultz advirtió particularmente del cáncer nicaragüense, anunciando que debemos "extirparlo". Y no con buenas palabras: "las negociaciones son un eufemismo de la capitulación si la sombra del poder no se cierne sobre la mesa", peroró Shultz, dondenando a aquellos que defienden "medios utópicos, legalistas, como la mediación exterior, las Naciones Unidas y el Tribunal Internacional, al tiempo que omiten el factor poder en la ecuación".

Washington bloqueó por la fuerza tales medios utópicos, empezando por los esfuerzos de parte de los presidentes centroamericanos por llevar la paz a la región a principios de los años ochenta. De este modo, procedió a "extirpar el cáncer" mediante la violencia y con gran éxito, hecho no sorprendente visto el despliegue de fuerzas. El gran historiador académico de Nicaragua Thomas Walker señala que, después de unos años, la guerra terrorista de Washington había invertido el considerable crecimiento económico y progreso social que siguió al derrocamiento de la dictadura de Somoza, respaldada por Estados Unidos, llevando al desastre a una economía altamente vulnerable hasta el extremo de otorgarle "el poco envidiable estatus de país más pobre del hemisferio occidental", para cuando la administración Reagan ya había consmado sus objetivos. Un factor importante del triunfo, prosigue Walker, fue la cifra de víctimas que pagaron los nicaragüenses, que sería comparable proporcionalmente a 2.250.000 muertos en Estados Unidos. El historiador y funcionario del Departamento de Estado de Reagan Thomas Carothes observa que para Nicaragua, la cifra de víctimas "per cápita fue notablemente más elevada que la sufrida por los estadounidenses en la guerra de Secesión y en todos los conflictos del siglo XX juntos".

La destrucción de Nicaragua no fue una tarea de importancia menor. El progreso del país a principios de los años ochenta fue alabado por el Banco Mundial y otras agencias internacionales, que lo calificaron de "admirable", y por haber "puesto sólidos cimientos de cara al desarrollo socioeconómico a largo plazo" (Banco de Desarrollo Interamericano). En el ámbito de la sanidad, el país gozaba de "una de las mejoras más notables en supervivencia infantial de todo el mundo en vías de desarrollo" (UNICEF, 1986). El cáncer temido por los reaganianos era, pues, serio: la "admirable" transformación de Nicaragua podía generar una metástasis en forma de "revolución sin fronteras" en el sentido del discurso reformulado en a efectos propagandísticos. Por tanto, resultaba perfectamente lógico, desde el punto de vista de Washington, erradicar el "virus" antes de que pudiera "contagiar a otros", que deben, a su vez, ser "vacunados" por medio del terror y la represión.

Al igual que Cuba, Nicaragua tampoco respondió al ataque terrorista bombardeando Estados Unidos, intentando asesinar a sus líderes políticos ni adoptando otras medidas similares, que, segunos nos informan solemnemente, cumplen con las exigencias más elevadas cuando son ejecutadas por nuestros gobernantes. En su lugar, buscó alivio en el Tribunal Internacional [...]. Con la esperanza de que Estados Unidos respetaría un fallo judicial, el equipo preparó un caso ceñido a actos terroristas que apenas podían ser objeto de controversia, en particular el fondeo de minas en puertos nicaragüenses.

En 1986, el tribunal falló a favor de Nicaragua, desestimando las alegaciones del gobierno de Estados Unidos y condenando a Washington por "uso ilegal de la fuerza", terrorismo internacional, en términos profanos. El fallo fue más alla de la limitada acusación de formulada por Nicaragua. Reiterando de manera más enérgica decisiones anteriores, el triubunal declaró la "prohibición" de cualquier forma de intervención si esta interfería con el derecho soberano de "elección por parte de un sistema político, económico, social y cultural, así como con su elaboración de medidas políticas": la intervención es "ilegal cuando se sirve de métodos de coacción en relación con tales asuntos". La sentencia era aplicable a muchos otros casos. El tribunal también definió explícitamente el término "ayuda humanitaria", decretando que la ayuda estadounidense a la Contra nicaragüense era estrictamente militar y, por tanto, ilegal. Se decretó igual que la guerra económica perpretada por Estados Unidos constituía una violación de tratados vigentes y era, pues, ilegal.

La decisión tuvo pocos efectos detectables. El Tribunal Internacional, igual que las Naciones Unidas, fue condenado por los directores del New York Times como un "foro hostil" y, por tanto irrelevante. Autoridades legales conocidas por su defensa del orden mundial desestimaron el veredicto sobre la base de que Estados Unidos "necesita libertad para defender la libertad" (Thomas Franck), tal como estaba haciendo al devastar Nicaragua y buena parte del resto de Centroamérica. Otros condenaron al tribunal por sus "estechos lazos con la Unión Soviética" (Robert Leiken, Washington Post), una acusación que no merece la pena refutar. Posteriores ayudas a la Contra se describieron invariablemente como "humanitarias", violando explícitiamente el fallo jucicial. Inmediatamente, el Congreso aprobó una suma adicional de 100 millones de dólares para proseguir con lo que el tribunal había condenado como "uso ilegal de la fuerza". De este modo, Washington siguió socavando a los medios "utópicos legales" hasta alcanzar por la violencia sus objetivos.

El Tribunal Internacional también ordenó a Estados Unidos a pagar indemnizaciones y Nicaragua se puso a estimar los costes bajo supervisión internacional. Los cálculos hablan de entre 17.000 y 18.000 millones de dólares. Evidentemente, las reclamaciones de compensación fueron desechadas como ridículas, aunque para asegurarse, después de que Estados Unidos recuperara el control del país, sometió a fuertes presiones al gobierno nicaragüense con el fin de que abandonara toda pretensión de recibir las indemnizaciones estipuladas por el Tribunal. [...]

Tras la negativa de Estados Unidos a respetar las órdenes del Tribunal Internacional, Nicaragua - que continuaba renunciando a represalias violentas o a la amenaza terrorista - llevó su caso ante el Consejo de Seguridad, que respaldó la sentencia del tribunal e hizo un llamamiento a todos los estados para que observaran el derecho internacional. Estados Unidos vetó la resolución. Nicaragua recurrió entonces a la Asamblea General, que aprobó una resolución similar a la que sólo se opusieron Estados Unidos, Israel y El Salvador. Al año siguiente se volvió a aprobar otra resolución con la renovada oposición de Estados Unidos e Israel. Practicamente nada de todo ello fue difundido por los medios y el asunto ha acabado desapareciendo de la historia.

La reacción de Washington a las órdenes del Tribunal Internacional y del Consejo de Seguridad fue una intensificación de la guerra terrorista, al tiempo que impartía órdenes oficiales a sus fuerzas para que fueran "tras objetivos fáciles" y evitaran al ejército nicaragüense. El portavoz del Departamento de Estado Charles Redman confirmó y justificó los nuevos y más extremados programas terroristas, emitiendo un comunicado que "honraría al Ministerio de la Verdad de George Orwell", según Americas Watch, un organismo que añadió que el concepto de Redman de "objetivo legítimo" justificaría los ataques terroristas contra civiles israelíes o estadounidenses.

El director de New Republic Michael Kinsley criticó a las organizaciones de derechos humanos por su exaltación ante las justificaciones del Departamento de Estado de los ataques terroristas contra "objetivos fáciles". En su lugar, deberíamos adoptar una "política sensata [que se ajuste a] la prueba del análisis coste-beneficio", aconsejó, un análisis sobre "la cantidad de sangre y desgracias que sobrevendrán y la probabilidad de que la democracia acabe emergiendo de todo ello"; "democracia" tal como las élites estadounidenses entienden el término. [...]

En 1990, con una "pistola en la sien" [como] resultó evidente para muchos observadores imparciales" (Walker), los nicaragüenses sucumbieron y votaron para devolver el país a un candidato respaldado por Estados Unidos. Las élites estadounidenses celebraron el triunfo [...]. Comentaristas de todo el espectro de la opinión respetable alabaron con entusiasmo el éxito de los métodos adoptados pra "hundir la economía y embarcarse en una prolongada y mortífera guerra vicaria hasta que los agotados nativos acabaron ellos mismos por derrocar al gobierno no deseado", con un coste para nosotros "mínimo", y dejando a las víctimas "con puentes derribados, centrales eléctricas saboteadas y granjas arruinadas", que procuraban al candidato de Estados Unidos "una carta ganadora": acabar con el "empobrecimiento del pueblo de Nicaragua" (Time). Estamos "Unidos por la Alegría" ante este resultado, proclamaron los titulares del New York Times, orgullosos de esta "Victoria del juego limpio de Estados Unidos".

[...] Con una democracia del agrado de Washington y la restauración de las debidas prácticas económicas, el país se hundió más profundamente en la ruina política y socioeconómica, mientras Estados Unidos dejaba de prestarle atención. Una década después de que Washington recuperara el control, la mitad de la población económicamente activa habia abandonado el país, "con fecuencia los mas audaces, capaces y decididos", bien legalmente o como trabajadores ilegales. Sus envíos de dinero, calculados en unos 800 millones de dólares anuales, "son lo que ha premitido amortiguar la agitación social", según la revista de la Universidad Jesuita. Ésta también calculó que el PIB de Nicaragua tendría que crecer al 5% anual durante los siguientes 50 años para alcanzar los niveles de productividad de 1978, antes de que nuestro subdesarrollo histórico se viera intensificado al máximo por la guerra financiada por Estados Unidos con el fin de destruir la revolución", por el hundimiento causado por la "globalización" y por la "corrupción masiva" de los gobiernos posteriores a 1990, respaldados por Washington. [...]

[...] En realidad los nicaragüenses no precisaban de tales advertencias. Les bastaba su historia para saber que si no se comportaban y elegían al gobierno que no debían, como habían hecho en 1984 en unas elecciones que Estados Unidos se negó a reconocer porque fue incapaz de controlar el resultado (y que, por tanto, han sido suprimidas de la historia), Nicaragua sería considerada nuevamente como un estado que apoya al terrorismo, con todas las pensalidades que se derivan de ello, que no son baladíes.

Extracto del libro Hegemonía o supervivencia: La estrategia imperialista de Estados Unidos de Noam Chomsky. Capítulo 4: Tiempos peligrosos.

1 comentario:

  1. Por supuesto que lo conozco, me encanta su música y además es el mejor mc de esta ciudad y me atrevería a espetar que de los mejores también de la península ibérica, pero prefiero, tal vez porque me siento más identificada con su música, a Mechanical Fantasies de Inz.

    Y a la hora de escribir busco bases en escritores como Charles Bukowsky.
    No obstante me encanta la narrativa de Zafón, con esto quiero decirte que, si, mi bagaje literario lo forman muchos escritores y letristas, ya que intento contrastar siempre informaciones y conocimientos.

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