miércoles, 6 de enero de 2010

La okupación nocturna


Como ya anuncié en la entrada anterior, la tarde del día 5 se convocó una manifestación en protesta por el desalojo del Patio Maravillas. Varios centenares de personas acudimos a la Plaza del Dos de Mayo y escuchamos el comunicado en el que, entre otros aspectos, se criticaba a las fuerzas policiales por su exagerado despliegue de efectivos y a los respectivos partidos (delegación del PSOE, gobierno autonómico de Esperanza Aguirre y ayuntamiento de Alberto Ruiz-Gallardón) por su cinismo y negativa a dialogar y ofrecer alternativas viables (legales) que permitan hacer visibles las demandas y propuestas ciudadanas frente a la crisis.

Tras ello, comenzamos a movernos coreando Lo llaman democracia y no lo es, Espe, Espe, ¡especulación! y Un desalojo, otra okupación. Esto último se materializó cuando llegamos a la calle Pez y tuvimos la posibilidad de entrar en un edificio ruinoso y claramente abandonado (embargado a una inmobiliaria en quiebra). En algunas estancias el precario suelo de madera crujía bajo nuestros pies y todo se encontraba en una inquietante oscuridad, con palomas muertas y tablones en las ventanas. Pronto se empezó a movilizar a la gente para que los que quisieran se quedaran allí toda la noche y, los que no, salieran fuera. Antes de cerrar las puertas con cadenas, se les procuró la cena a base de roscón de reyes y chocolate caliente. Por último, se arrancaron y arrojaron los carteles de la inmobiliaria, de forma que solo quedaron las banderas propias.

El edificio se encuentra situado muy cerca del antiguo Patio, por lo que pasará a sustituir a este cuando sea reformado. Además, también posee un espacio interior, pero no hay terrazas que den a él y tiene más pisos.

Ahora me gustaría incitar a la reflexión. Sabemos que la okupación es ilegal en este país pero, ¿es ilegítima? La respuesta inicial parece ser que sí, pues todos nosotros hemos establecido un contrato social en el que se incluyen una serie de leyes que legitiman ciertas acciones y procedimientos; el resto quedarían fuera de la legalidad y, por lo tanto, son ilegítimos. Sin embargo, no hay que fiarse completamente de la teoría. Dos razones pueden ayudar a explicar el por qué:
  1. En muchas ocasiones, las dictaduras también redactan constituciones para limpiar su imagen ante el exterior. No por ello dejan de ser meros documentos que no cuentan con el apoyo sino de una élite que busca justificar y estandarizar sus políticas opresoras.
  2. Como ya analizaré en El Sistema (VI): La democracia, nuestro sistema político no es tan representativo y participativo como pueda parecer en un principio. Sin entrar de momento mucho en el asunto: nuestra aportación se reduce a un voto cada 4 años, los referéndums y consultas populares brillan por su ausencia y existe una brecha entre el conjunto de la población y la clase política. No es de extrañar que muchos cambios es inevitable que hayan de surgir desde abajo, pues obviamente los políticos no proponen ni apoyan medidas que puedan ir en contra de sus intereses (aunque favorezcan a la población y el mayor acercamiento entre esta y la toma real de decisiones).
Con esto quiero decir que dicho contrato social está muy condicionado por los dirigentes, a los cuales les interesa que sea así y no de otra manera. Entonces, ¿una causa justa permite que se utilicen métodos fuera de la legalidad? En mi opinión, no hay respuesta: todo depende de lo que cada uno entienda por justicia, a qué métodos se refiera y la legalidad bajo la que se plantea el cambio.

Es sencillo contestar afirmativamente a lo anterior cuando la naturaleza del cambio se adapta a nuestro criterios éticos y, por lo tanto, políticos. Sin embargo, la tolerancia no se mide con opiniones más o menos semejantes a las nuestras, sino con aquellas que difieren visiblemente. Podríamos resumirlo con la famosa frase "No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo" atribuida erróneamente a Voltaire. Es imposible no entrar en cierto relativismo moral, pues si apoyamos la okupación per se también debemos hacerlo en el caso de que se vayan a dar charlas y difusión de ideas con las que no coincidimos o consideramos contrarias.

Yo puedo no comulgar con los planteamientos que se den en un edificio okupado que organice conferencias. Pero no me mostraría hipócrita llamando a su desalojo simplemente por tener opiniones radicalmente opuestas. ¿Indulgencia? No, libertad e igualdad fuera de mi propio círculo de opiniones, siempre que ello no justifique el odio y la violencia. Está claro que se puede mostrar rechazo o afinidad hacia las instituciones, el Sistema y quienes lo mantienen, pero nada de ello debe dar pie a la agresión (por una parte y por la otra). Nótese que en agresión no incluyo legítima defensa.

Sin embargo, en el Patio no ha habido únicamente charlas políticas: ha habido ayuda gratuita para miles de personas desfavorecidas. Al menos para mí, tiene sentido que un edificio que está abandonado desde hace años se utilice y reforme para hacer actividades mayoritariamente gratuitas (respetando la integridad de los vecinos). Lo que no tiene sentido es estar bajo los abusivos designios del mercado inmobiliario cuando existen parcelas sin ser siquiera aprovechadas, aunque fuera para el beneficio de unos pocos (bancos, inmobiliarias o propietarios particulares). Es triste que el derecho a la vivienda sea considerado menos importante que el derecho a enriquecerse negándola y especulando.

No deja de ser paradójico: lo legal me parece egoísta y lo ilegal, altruista. ¿Es la naturaleza del propio Sistema, mi idealismo juvenil o una combinación de ambas? Estoy abierto a críticas.

Por último, dejo dos visiones a cargo de nuestros queridos medios de manipulación del antiguo Patio Maravillas:

La positiva (El País)


y la negativa (Telemadrid).

No hay comentarios:

Publicar un comentario