miércoles, 10 de marzo de 2010

Soy un misántropo


El título puede parecer tremendamente incoherente con el contenido, pero hoy me encuentro visceral (como el tema que trataré) y necesito hacer partícipe a otros de mi rabia.

El debate sobre la tauromaquia se ha hecho presente en los medios gracias a que proviene de los ciudadanos de una región que se considera "independentista". De por sí, eso nos garantiza que en ellos no van a centrarse en el sufrimiento del animal, sino en las posibles connotaciones políticas (infundadas o con motivo) que ello pueda tener. En el mundo real somos muchos los que desde tiempo atrás nos hemos quejado de la fiesta nacional en sí, argumentando de acuerdo a lo que consideramos moral o inmoral. Ahora se suceden las noticias y todo el mundo parece interesado (incluso la Sra. Presidenta cree que se debe proteger la matanza). Esto no es más que un fiel ejemplo de cuándo consideran las televisiones que algo es noticia y cuando no. Se han apoderado del ágora y nosotros, ciudadanos ejemplares, "discutimos" como lelos de lo que les interesa y en el contexto que les viene en gana.

Antes me gustaría que vieran la opinión del "Maestro" Luis Francisco Esplá de su relación anímica con el toro. Parece que no hablamos de la misma tortura, porque donde él ve gracia yo veo sangre e injusticia.

Guardo una relación de material, de material sublime, de ser vivo. El milagro del toreo para mí se cifra en ese espacio-tiempo en el cual nos llegamos a pertenecer y las fronteras se diluyen. No sé hasta donde soy yo ni hasta dónde es él con su aportación. Vivir ese instante de una voluntad única es casi un estado de gracia.

Mi pensamiento ha evolucionado con el tiempo y normalmente, para llenarse de dudas. Sin embargo, este es un tema en el que me siento con unos argumentos bastante sólidos (coherentes). Lo fácil sería aporrear el teclado dejando caer una idea tras otra hasta alcanzar un volumen considerable, pero voy a intentar eficaz rebatiendo los principales argumentos a favor. Un diálogo absurdo pero jugoso tal vez sirva. Sitúense: un bar de aficionados al toreo en el que un joven melenudo ha entrado a mear.


- ¡Jodidos catalufos! ¡Ahora también quieren dejarnos sin toros! Pues no lo van a conseguir...¡oye! ¡El toreo es un arte! Seguro que ninguno de estos ha ido a una plaza en su puta vida. - Exclama un hombre de cuarenta y tantos, con pelo canoso y voz desagradable. El joven, que estaba a punto de salir, se da la vuelta sin expresión alguna en el rostro.

- Perdone...¿por qué dice que es un arte?

- ¡¡Pero chaval!! ¡Eh, mirad lo que pregunta este! - grita el hombre a sus compañeros- ¡Que por qué es un arte! ¿Tú no lo has visto nunca en la propia plaza? - al ver que el joven gira la cabeza negativamente, su voz se convierte en un susurro con cierto tono romanticista - Es...inexplicable. Ves a un animal, con toda su nobleza caer ante el torero, chorreando sangre. Toda su bravura se queda en nada. Hay a quien le gusta el baile o el...el ballet. Bueno, pues esto es una especie de baile...

- Que acaba con la muerte del animal - Interrumpe el chaval. Tras quedarse con la palabra en la boca, el hombre continúa.

- Sí, con la muerte. Pero es que es parte del espectáculo. - afirma buscando apoyo entre sus conocidos, que asienten como si fuera algo obvio - Además ¿qué importa? ¡Es sólo una bestia!

- Vamos a ver. - el joven adopta un aire resuelto mientras se sube la bragueta ostentosamente - Ha dicho antes que el toro es noble, pero ahora le llama "bestia". ¿En qué quedamos?

Otro hombre interviene por su compañero:

- Es noble, pero no deja de ser un animal.

- Sí, es un animal. - Interviene rápidamente el melenudo - Díganme, ¿nosotros que somos?

- Hombres. - Afirman varios a la vez.

- No nos intentes convencer con tus mamarrachadas progres, - dice un gordo sudoroso al fondo - tenemos derecho como cualquier otro a divertirnos con lo que nos gusta.

- No les intento convencer. Sólo espero que vean que la gente no se queja por vicio. - Su tono desprende humildad. - ¿Qué diferencia a los hombres de los animales?

- ¡Todo! - afirma el hombre canoso moviendo los ojos como si fuera algo evidente.

- ¿Y en qué nos parecemos? - Se hace el silencio. Sólo se oye a Matías Prats de fondo introduciendo las noticias de "sociedad", con un tono que intenta saltarse su obligada seriedad para parecer gracioso. - Les ayudaré. Todos estamos formados por los veinte mismo aminoácidos, tenemos un ciclo vital, nuestro portador del material genético es el ADN, somos heterótrofos... puedo decir, si no cientos, decenas de ellos. Lo que nos interesa es que todos menos las esponjas tenemos sensibilidad: podemos reaccionar activamente ante el medio externo.

- Puedes venir hablándonos de aminonosecuántos o lo que sea, pero los hombres somos diferentes que los animales. - Opina uno mientras mira al suelo negando - Te pongas como te pongas.

- Lo sé, pero...

- ¡Ni peros ni nada! - Y añade - ¿Quién tiene inteligencia? ¿Quién ha conseguido crear sociedades e inventos? ¿Los animales?

- No voy a entrar a discutir en si el ser humano va por el buen camino con sus "sociedades" e "inventos".

- ¡Coño! ¡pues aclarate! Ya lo estás haciendo discutiendo esto.

- Eso es verdad, pero estoy concretando. Quería decir que no me voy a salir del tema. - El melenudo sigue - Y el tema es que, en el caso del toro, tienen una sensibilidad muy acusada. Al ser un mamífero, se sitúan cerca de nosotros en términos de evolución, lo cual hace que también tengan sensaciones de dolor físico como ustedes o yo.

- ¡Pero no es un ser humano!. No intentes igualarnos con ellos, que no pueden ni razonar.

- Lo de que no puedan razonar a nuestro nivel no significa que no sientan dolor.

- ¡¡Un momento!! - vocifera un tío que había estado observando callado, sentado en una silla y apurando su cerveza. - ¡Yo he escuchado que cuando les matan, los toros sueltan unas hormonas o no se qué que ni siquiera les duele! ¡Creo que decían que les da placer y todo!

- Dudo que las heridas, tratándose de algo negativo para el organismo, produzcan a través de los noniceptores una sensación placentera. Si fuera así, los toros tendrían tendencias suicidas y la especie habrías desaparecido hace tiempo. - Algunos señores de edad miran a los lados sin entender nada mientras los jóvenes prestan atención con el ceño fruncido. - Pero vale, supongamos que no les duele cuando le clavan la espada. Tampoco duele una cámara de gas. - un hombre se da la vuelta con un gesto ostentoso, evidenciando la analogía supinamente exagerada. - ¿Significa eso que ustedes apoyan el asesinato sin consentimiento ajeno mientras sea indoloro?

- ¿Qué consentimiento pretendes que te dé un toro? - Pregunta uno de los más jóvenes riéndose de su propia ocurrencia.

- Ninguno, por eso no decido por él que su voluntad sea morir en una plaza.

- Los seres humanos tenemos nuestros propios intereses. ¿O es que te paras a pensar en eso cuando comes un filete? Las vacas viven muchísimo peor que los toros. - el tono del joven aficionado se muestra razonable y coherente. - Además...¿por qué os preocupais por eso? Hay mucho paro y gente que no tiene qué llevarse a la boca como para andar pensando en bichos.

- A lo primero...soy vegano.

- ¿Vegano? - el hombre canoso muestra una cara de extrañeza.

- Sí, no consumo nada animal.

- ¡La madre del...! ¿Te sobra el dinero verdad, niño?

- No. - La cara del melenudo no ha cambiado de expresión en toda la conversación. - El caso...Sólo puedo hablar por mí mísmo, pero creeme: también actúo contra otras injusticias mientras otros...se entretienen en otras cosas. - Miró a su alrededor. Nadie parecía haber percibido la sutil ironía.- Que un problema sea menos importante no significa que no deba ser solucionado; así como una vida fácil no justifica una muerte violenta.

- Sí, solidario, pero esto no es un problema. - Dice el gordo del fondo con voz queda. - Es una tradición que llevamos haciendo desde siempre.

- No digas eso. - interviene el chaval taurino - Sé con qué va a salir.

- ¿Con qué? - El melenudo por primera cambia de cara: ahora está interesado y fija su mirada en el chaval.

- Con todo el rollo de que las tradiciones no tienen por qué ser buenas. Me pondrás como ejemplo el circo romano o algo así. - y añade - No eres el único antitaurino con el que he discutido. Todos andais ahí...con vuestro bienpensar...¿No os dais cuenta de que el toro no tiene ningún interés comercial aparte?

- Los linces tampoco. ¿Deben extinguirse por ello?

- No, pero es mucho más fácil que una especie se extinga si no sirve para nada. El toro de Lidia únicamente se utiliza para eso. - y prosigue con cierta ironía - O que propones...¿criarlos porque sí?

- No creo que... - empieza el melenudo.

- ¡Viven a cuerpo de rey! ¿Qué mas quieres? - Se oye una voz femenina.

- No creo que sea necesarios criarlos, simplemente crear espacios protegidos. Lo de la raza de Lidia no está demostrado y, de ser cierto, seguiría sin justificar nada. - Y se gira hacia donde había venido la voz - Y si tan buena es su vida llena de comodidades ¿por qué no lo deseamos para nosotros?

La mujer se incorpora y varios hombres se apartan para que se la vea: "Pero ¡vamos a ver! ¡que son animales! ¿A tus lechugas no les duele o qué?"

- No, a mis lechugas no les duele porque no tienen sistema nervioso. - El joven espera unos segundos a ver si la mujer le rebate y, al ver que no, sigue. - El diferenciar entre animales y humanos es el resultado de la Biblia y la Escala Naturae de Aristóteles. - Se vuelve hacia el chico, tal vez considerando que es su único adversario - La primera tiene un Dios exclusivamente humano y una concepción antropocéntrica de la naturaleza. La segunda sitúa al hombre en lo más alto de la vida. - Se oye un comentario anónimo de "¡Para que comentaste nada, macho!".

- Es que está en lo más alto. ¿No hemos colonizado todo el planeta? - responde el chico.

- Sí, y estamos destruyéndolo gracias a ello.

- Sólo las culturas primitivas consideran seres humanos y animales como iguales. Lo del cristianismo es un progreso.

- No comparto lo de "primitivas" pero sí. Y precisamente por ello, son las que más respetan el medio ambiente.

- Pero...¿y a qué precio? Además, me dirás que no utilizaban a los animales. Si no, mira como saltaban a los propios toros en Creta o criaban ganado.

- Reitero que la tradición no legitima nada por sí sola.

- ¿Y los puestos de trabajo sí legitiman? - Poniendo énfasis en el "legitiman". - Te recuerdo que muchísima gente vive de nuestro arte.

- Los verdugos también vivían gracias al matar y mucha gente lo hace hoy vendiendo drogas. Defender la tauromaquia implica hacerlo también con cualquier actividad que se base en causar mal a terceros. - un rumor malhumorado se eleva y la voz del joven con él - Además, con las subvenciones que reciben se podría subsanar fácilmente esos puestos de trabajo y...como decías antes...a otras cosas como el paro. - Imitando el acento anterior.

El rumor crece y alguien exclama "¿Estos? Pretenderán darles derechos y todo. Están locos. Dentro de nada como nos descuidemos tendremos que verlo a escondidas." El joven lo escucha e interviene, encantado de crear polémica.

- Antes, sólo unos pocos locos pensaban que los esclavos negros merecían libertad, respeto y derechos. Con el tiempo, la gente se fue dando cuenta de que existen más cosas que nos unen que las que nos separan. - hace una pausa y, al ver que su voz no se escuchaba entre el ruido exclama - ¡Pues claro que queremos darles derechos!

El hombre de canas interviene mientras el joven se acerca a la puerta del bar.

- ¡Digais lo que digais, os quejais por vicio!. Si no os gusta, no vayais ¡y ya está!

- Eso es como decir que con estar en contra del Holocausto era suficiente: con posicionarse no basta. - Y por primera vez en toda la conversación, el melenudo sonríe. Sale del establecimiento dejando a sus clientes dándose la razón acaloradamente los unos a los otros y quejándose de los independentistas. Tiene que ser coherente consigo mismo: su próximo destino es la Manifestación antitaurina de Callao. De momento, saca su pancarta que reza "Si el toreo es arte, el canibalismo es gastronomía" mientras piensa distraídamente que a niguno de los taurinos debería extrañarle que su hijo pequeño intente atravesar gatos callejeros con alambre.

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