lunes, 17 de agosto de 2009

El Sistema (III): El neocolonialismo

NOTA: Esta entrada parte del supuesto de que has leído la precedente: El Sistema (II): La publicidad. Si no es así, el texto que viene a continuación puede que resulte demasiado incoherente, incluso para esta página.

Por redundante que parezca, el neocolonialismo es la forma actual del colonialismo de los siglos XIX al XX. Repasar un poco este origen puede ayudarnos a comprender el actual. Para ello pulsa aquí, lee algún libro, búscalo en Internet o pregunta a alguien mayor.

El neocolonialismo no sería posible sin la división entre países desarrollados y subdesarrollados (el término "en vías de desarrollo" es polémico y evitaré utilizarlo, puesto que un país puede experimentar periodos de crecimiento y decrecimiento intercalados y no dejar de ser subdesarrollado o al revés).

Como ya sabemos, el colonialismo permitió a los Imperios explotar las materias primas de sus colonias para utilizarlas en sus respectivas metrópolis, así como dar salida a las manufacturas sobrantes o tener una zona donde los europeos pudieran migrar ante el inmenso aumento de población, entre otras muchas cosas. Sin embargo, llegaron los movimientos independentistas y con ellos el logro de la autodeterminación por la inmensa mayoría de las colonias. Aparentemente, los abusos habían terminado.

Parece ser que hay ciertos continentes como África que están condenados a ser los potenciales instrumentos de Occidente para seguir siendo rica. Los africanos no solo tuvieron que soportar el tráfico de esclavos iniciado en el siglo XVI en el entorno del comercio triangular, sino que, para cuando la esclavitud ya estaba prohibida en todos los países (finales del siglo XIX), se había iniciado hacía poco el fenómeno colonial. Hubo que esperar a mediados del siglo XX para que el colonialismo diera sus últimos coletazos (algunos de los cuales duran hasta hoy), pero casi inmediatamente se fue forjando el actual neocolonialismo, el cual se nutre en parte de las necesidades de consumo creadas por la publicidad (de la que hablé en la entrada anterior).

Esto fue debido a que las antiguas colonias lograron independizarse en el plano político, pero no en el económico. Seguía habiendo una fuerte dependencia de las importaciones de manufacturas de las metrópolis, así como la necesidad de exportar a Europa sus materias primas; ambas situaciones derivadas de la mínima industrialización que se dio en esas zonas. Esto no tendría por qué ser negativo (si dejamos de lado las temibles consecuencias ecológicas) para las economías de estos países, si no fuera porque los productos manufacturados son vendidos a un precio mucho mayor que las materias que se exportan. Es lógico, solo por el hecho de utilizar la industria, los países desarrollados tienen ventaja: vale más una silla que la madera con la que se ha fabricado. Para que alguien tenga ventaja, otro debe estar en desventaja: en este caso la diferencia de precios entre materias primas y manufacturas provoca un déficit comercial en los países pobres. Además, muchas de las empresas que se encargan de explotar dichos recursos (sobre todo el petróleo, aunque también la madera, las minas, la pesca y la agricultura), son extranjeras y herederas del antiguo colonialismo, con lo cual los beneficios pasan a una minoría occidental.

Se podría pensar que, por injustas que sean las consecuencias, estos procesos son inevitables y juegan de forma limpia con el actual sistema económico basado en la libre competencia. Sin embargo, la cosa empieza a tornarse oscura cuando los países occidentales (antiguos imperios coloniales), así como los emergentes países imperialistas de Asia (China, Corea del Sur, India y Japón) y los regímenes arabes ricos de Golfo Pérsico comienzan a experimentar con tácticas que tienen reminiscencias del pasado.

Así, estos países y sus empresas operan mediante mecanismos financieros y políticos para conseguir aliados en los países subdesarrollados que se adapten a su sistema neoliberal, en algunos casos mediante golpes de estado militares o intervenciones imperialistas. Una vez se ha logrado tener a las élites locales de su lado, estas inician un proceso de desintegración de las propiedades comunitarias, eliminación de cualquier intento de reforma agrícola local entre agricultores de subsistencia y la promoción de estrategias de exportación (como la eliminación de aranceles), así como la privación a la población de licencias de explotación de ciertas zonas. O lo que es lo mismo: se acaba con las comunidades en las que la tierra es de todos, con los agricultores que cultivan para poder sobrevivir puesto que no tienen excedente para vender y con el derecho del pueblo a explotar los recursos de su territorio. Todo ello con el mismo objetivo, incentivar la exportación para que, quiera o no, la población local se vea atrapada en el círculo vicioso antes mencionado.

Lo anterior se complementa perfectamente con las solidarias ayudas que dan los países ricos a los pobres, eso sí, con intereses. En la mayoría de los casos, esta muestra de altruísmo capitalista termina causando más problemas que facilitando el desarrollo: ya sea porque caen en manos de gobernantes corruptos que acaparan lo recibido para uso propio o porque se conceden ayudas a países que se sabe de sobra que no podrán hacer frente a la deuda, para así ir tomando paulatinamente su control económico y situarlos en situaciones más desventajosas para la competencia con otros estados.

Y bueno, luego está el tema de la relación simbiótica entre dictaduras y ciertas empresas que operan en otros países. Mientras que las empresas se encargan de explotar recursos sin importarles los daños ecológicos o sociales que causen, los gobernantes reciben una parte de los millones que se consiguen a través de destruir su país, a cambio, claro está, de dar cobertura legal (y, en algunos casos, militar) a estas atrocidades. Podeis leer algunos ejemplos en estos artículos ExxonMobil Saves the EEGG of Africa y (aún por incluir).

Como última nota, mencionar que los países ricos no tienen por qué molestarse en implantar ellos mismos las dictaduras. Simplemente, basta con mandar un tipo especial de manufacturas para que la inestabilidad política que han sembrado en siglos anteriores crezca regada por enfrentamientos, florezca en forma de dictaduras y dé sus frutos de ingentes beneficios económicos. Estas manufacturas se llaman armas y son una muestra muy clara de la doble moral neoliberal: la que concede ayudas con malas intenciones, la que presume de democracia y crea dictaduras, la que maquilla bajo una máscara de humanidad al mal llamado "progreso" y la que pretende lograr la paz por medio de la violencia y el miedo.

Os dejo un video que hizo Greenpeace a modo de protesta contra las prácticas de Dove en Indonesia. Creo que es muy gráfico para ilustrar lo explicado:



En la próxima entrada hablaré de la subcontratación, muy relacionada con el neocolonialismo y que parte de la misma premisa: las abismales diferencias entre países ricos y pobres pueden ser útiles para los primeros.

2 comentarios:

  1. Hola Amante del Error.

    Lo que escribes en tu blog poco tiene de inútil y/o incoherente, más bien parece todo lo contrario. Seguro que tus reflexiones ayudan a otros a encontrar sus propias verdades.

    Saludos cordiales de un blog amigo.
    alterglobalizacion.

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  2. Muy interesante me ha ayudado a ver como a los países subdesarrollados nos manejan como piezas esos desarrollados que son tan crueles

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